El fuera de juego es una de las reglas del fútbol más básicas y difíciles de entender, que afecta significativamente la estrategia y el desarrollo del juego. Su objetivo principal es evitar que los jugadores del equipo atacante permanezcan constantemente más cerca de la portería rival que los defensores, obteniendo así una ventaja injusta.
El fuera de juego se puede explicar de la siguiente manera: la posición de «fuera de juego» se registra cuando, durante un pase de un compañero, un jugador del equipo atacante está más cerca de la línea de portería rival que el balón y el penúltimo jugador del equipo defensor (normalmente un portero y un defensor, pero puede haber otras combinaciones). Es importante que el momento del pase sea decisivo para determinar la posición: no cuando el jugador recibe el balón, sino cuando el compañero ejecuta el pase.
No se registra fuera de juego si un jugador está en su propia mitad del campo, está en línea con el penúltimo defensor, recibe el balón de un saque lateral, de esquina o de meta, o no participa activamente en el juego (es decir, no intenta jugar el balón, no influye en el oponente o no se beneficia de su posición). El árbitro sólo registra fuera de juego cuando un jugador en posición de fuera de juego intenta participar en el juego del episodio.
Determinar el fuera de juego en tiempo real no es fácil ni siquiera para los árbitros experimentados, porque todo se decide en cuestión de segundos y la velocidad del juego es muy alta. Esta situación es vigilada de cerca por los jueces laterales (asistentes), quienes señalan cualquier violación levantando una bandera. Las últimas tecnologías, como los sistemas VAR, ayudan a evitar errores en momentos polémicos.
Así, el fuera de juego es una regla que mantiene la integridad de la competición, obliga a los equipos a construir una estrategia más profunda y a interactuar en el campo de forma aún más armoniosa.